Por Roberto Vega Andersen
Esta publicación, definitivamente, es un ser vivo que evoluciona por rumbos impensados. La metáfora encierra una verdad que, como editor, me inspira y sorprende; la construimos con el recurso solidario de todos los autores y cada número madura con esa magia de lo espontáneo, del gesto amable de cada artífice que nos regala su obra intelectual para compartirla con ustedes, nuestros destinatarios.
Con esas buenas energías, replicadas en tantos miles de lectores, construimos esta publicación dirigida a esas almas curiosas y sensibles que nos acompañan y que se acrecientan en cada entrega.
En el otoño austral, impactado por noticias foráneas y locales que nos afectan de mil y una formas, les ofrecemos este nuevo número con las voces de Irina Podgorny, Sonia Decker, María Esther Nostro, Laura Malosetti Costa, Graciela Arbolave, Cristina Santa Cruz, Abel Alexander, Marcelo Olmos y Guillermo Vega Fischer, que nos acerca la palabra de Liliana Porter, otro privilegio que llega de la mano de Hilario, este ser vivo.
Ayer nomás, en Montevideo, trabajaba con unos libros y folletos antiguos cuando localicé varios títulos referidos a la educación en ambas naciones rioplatenses. Uno de ellos, de 1872, tenía un pensamiento que les quiero compartir: «Quizá allí donde existe el infortunio, la miseria y el abatimiento, es donde puede ser más ejemplar y más benéfica la educación». Ya han pasado más de ciento cincuenta años y el mundo nos demanda no extraviarnos en ese camino.