Por Roberto Vega Andersen
Escribo estas líneas con una idea básica, pero las novedades me trasladan a otro escenario; Jorge Cometti, director del Museo Isaac Fernández Blanco, me hace llegar una invitación para acompañarlos en la apertura oficial de la exhibición Martínez Avellanet – Passanisi Vasquez, “la donación de platería más grande ingresada a la colección” del MIFB en los últimos sesenta años. El Museo Nacional de Bellas Artes acaba de hacer pública la donación por parte del BBVA de cientos de piezas, pinturas, esculturas, grabados, cerámicas, dibujos y documentos de Libero Badii. Y hace apenas unas horas le había solicitado un artículo a la directora del Museo de Arte de Tigre, Graciela Arbolave, sobre la donación de más de 150 obras de la colección de Carlos Franck al MAT.
Sin duda, estas señales positivas aluden al imprescindible diálogo entre el Estado y sus instituciones con los coleccionistas particulares y el empresariado, y resulta muy auspicioso que estos tres museos dependan de distintas jurisdicciones públicas, como lo son el ámbito nacional, la ciudad de Buenos Aires y el partido bonaerense de Tigre.
Las políticas de protección del patrimonio cultural deberían aunar esfuerzos con los particulares en la búsqueda de los consensos necesarios para promover estas acciones de desprendimiento, tan necesarias para la salvaguarda pública cuando las arcas oficiales carecen de los recursos y de la decisión política para generar un programa de adquisición de obras.
El coleccionista, actor principal en la preservación de un patrimonio tantas veces en riesgo, se encuentra ávido de los necesarios gestos amigables que los funcionarios públicos deben transmitir. Los museos se han creado o acrecientan sus inventarios con las donaciones de los coleccionistas, de sus herederos e incluso, de los propios artistas. Y no olvidemos que los museos requieren de importantes presupuestos para cumplir la tarea de salvaguarda, estudio y puesta en valor de sus colecciones, en tantas ocasiones asistidos por las asociaciones de amigos.
Los Estados maduros construyen y preservan su patrimonio cultural desde la mancomunión de esfuerzos entre artistas, creadores, investigadores, gestores, funcionarios, técnicos, coleccionistas y patrocinadores. Bueno sería que estas golondrinas aquí enumeradas hicieran la tan deseada primavera.