Llegamos a sus pantallas con una regularidad mensual -salvo en febrero, que tomamos un breve descanso- y nuestra misión consiste en colocar la mirada en algunos puntos relevantes del presente, de la historia e incluso del futuro. Para ello acudimos a la colaboración de prestigiosos especialistas; en esta oportunidad, Astrid Maulhardt, Sonia Decker, Irina Podgorny, Abel Alexander, Jorge Marí y Carlos Abel Tellechea. Artes, letras y oficios se manifiestan así analizadas desde distintas ópticas y sin eludir las encrucijadas que se nos presenta como sociedad.
Ahora mismo queremos detenernos en un flagelo que sacude la humanidad: la enorme cantidad de desplazados que se hacinan en distintos puntos del planeta. Si los reuniéramos en un mismo espacio geográfico -otro atropello, la hipótesis sirve sólo para dimensionar el desastre- se podría formar una nación de más de cien millones de habitantes; más del 1 por ciento de la población mundial, y sería el decimocuarto país más poblado del planeta. ¿Se dan cuenta de la magnitud del problema?
Huyen de las guerras, de los conflictos tribales, de las sequías y demás desastres climáticos, y su horizonte es desolador. Reunidos en campamentos precarios -buena parte de ellos levantados por organismos internacionales- sufren a diario las condiciones más adversas; escasez de alimentos, temperaturas superiores a los 50°C, lluvias torrenciales, interrupción de la escolaridad, sin fuentes de agua potable próximas y sin instalaciones de saneamiento... Sobreviven apenas con el apoyo de los organismos internacionales que claman tras la ayuda cada vez más escasa. El responsable de ACNUR, la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados, Filippo Grandi, advierte que, si bien “La respuesta internacional a las personas que huyen de la guerra en Ucrania ha sido increíblemente positiva”, se necesita extender esa corriente de solidaridad “en favor de todas las crisis en el mundo.” Y con su vasta experiencia, reconoce que “la asistencia humanitaria no es la cura, sino un paliativo a estas situaciones. Revertir la tendencia actual depende únicamente de la paz y la estabilidad para que ninguna persona inocente tenga que escoger entre vivir en medio del peligro o emprender una peligrosa huida hacia el exilio”.
¿Es posible soñar con un mundo mejor? Claro que sí. Y todos podemos contribuir con ello; sumando granitos de arena se levantan médanos... No lo duden.
Para colaborar con ACNUR, en Ginebra: Matthew Saltmarsh, saltmars@unhcr.org +41 79 967 99 36.
Roberto Vega Andersen