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Poncho “surero”. Londres, Catamarca. Contemporáneo.

Poncho tejido en telar criollo de pedales, en un campo único, a faz de urdimbre con fibra de alpaca de hilado muy fino con rueca mecánica, procedente de Santa María de los Ángeles de Yocavil, que debe su nombre a haber sido bautizada por las misiones jesuítica en el siglo XVI. La rueca, un aporte de la cultura textil europea, fue lentamente adoptada por las teleras criollas. Su origen se remonta al siglo V antes de Cristo, en la India y su uso se extendió a Europa durante el siglo XIII de nuestra era. La calidad superlativa de la tela obtenida se aprecia a la simple vista por mostrar un cruce de 18 hilos de urdimbre por 14 de trama en cada cm2, que se traduce en una gran suavidad no exenta de firmeza al tacto. Medidas: Largo 173 cm. Ancho: 138 cm. Flecos: 12 cm.

 

Para la tinción del hilado -tanto para el campo como para las listas ornamentales- se utilizaron decocciones diferentes de envoltura de nuez, no su cáscara dura, sino la envoltura, tal como se la halla en el nogal (1).

 

La popularización de estos ponchos, de fibra de alpaca hilada muy fino, tiene su origen en el afán

incansable de las teleras catamarqueñas durante la prohibición del uso de fibra de vicuña, desde 1973. (2) Ante tamaña dificultad, buscaron obtener una tela de calidad equivalente mediante el uso de una fibra de camélido lo más semejante posible. La reglamentación de la esquila de la vicuña sin dañar al animal fue aprobada recién en 2003, por lo que esa larga espera de treinta años resultó suficiente para proclamar estas hermosas piezas como exponentes fieles de la textilería de Belén y Londres.

 

Su denominación de “surero” obedece a la estructura de la pieza, tejida en un solo paño, con flecos estructurales, del mismo estilo de las piezas tejidas en el sur argentino por manos mapuche. Los flecos estructurales retorcidos, también denominados “de urdimbre” por haber sido previstos por la tejedora a la hora de tender en el telar los hilos de la urdimbre, son otro elemento que eleva la calidad de esta prenda por su finura. El conteo arroja unos setecientos flecos retorcidos y anudados uno por uno, en cada extremo del poncho.


Desde su nacimiento a la hora de seleccionar el hilado, siguiendo por la delicadeza de los colores de su tinción y acabando por el arte excelso de la tejedora, era lógico que de su telar emergiera este poncho, portador de verdadero refinamiento, que bien puede estar destinado a formar parte del atuendo de lujo del paisano surero.

 

Notas:

1. Jorge Fernández, Plantas Tintóreas y Arte de Teñir en la Provincia de Santiago del Estero. Ed. Ministerio de Agricultura de la Nación. Buenos Aires. 1916.

2. Fuente: CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Flora y Fauna Silvestres. Firmada en Washington el 3 de marzo de 1973. Enmendada en Bonn el 22 de junio de 1979.


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