Abanico. Exposición Universal. París. 1889.

Excepcional, con su estuche original, preservado en gran forma. Su cielo, en papel, montado sobre varillas de madera enriquecida con guardas doradas con el Escudo Nacional, incluso la más grande realizada ad hoc. 

Medidas. Cerrado. Alto: 35 cm. Abierto. Largo: 67 cm.

El mundo encontró a la Argentina en el cénit de su crecimiento económico cuando Francia celebró el centenario de la Revolución Francesa 1889. Nuestra nación mandó construir un pabellón diseñado por el arquitecto parisino Albert Ballú de mil seiscientos metros cuadrados y treinta metros de altura, que por su diseño y belleza le (y nos) valió el premio al mejor pabellón internacional. El abanico nos muestra, de izquierda a derecha, a una Francia alegórica junto a la Música, la Pintura y la Poesía en forma de querubines y la Torre Eiffel recién construída, recibiendo a árabes, hindúes, chinos, elefantes, y en la cabecera de esa nube de tipos exóticos del mundo, un gaucho a caballo que corre con sus cuatro patas al aire. En el extremo derecho del abanico, la Patria Argentina observa la escena, al lado de una cornucopia con las bondades de nuestro país, cereales, ganado vacuno y diversos vegetales. Detrás, el mencionado pabellón, construido en estilo ecléctico en una novedosa combinación de hierro, mayólicas y vidrio, sede para la exhibición de los diversos productos argentinos frente a los millones de visitantes que fueron convocados por la gran Exposición Universal. Cinco años más tarde aquel pabellón se reinauguraba en Buenos Aires y desde la Exposición del Centenario de 1910 fue sede del Museo Nacional de Bellas Artes por dos décadas.