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¿EL ÚLTIMO LEONARDO?

Así lucía Salvator Mundi después de ser limpiado por Dianne Dwyer Modestini y previo a su restauración en 2006. Obsérvese el dedo pulgar de la mano en alza. Al retirarse capas de pinturas quedó revelado una anterior posición de ese dedo, variación en la composición del cuadro que argumenta que no es una copia. Photograph Courtesy Dianne Modes / Wikimedia Commons.



Salvator Mundi, Circa 1490-1519 tras su restauración. Fine Art/Corbis via Getty Images / Wikimedia Commons.



Empleados de Christie's escuchan y transmiten ofertas por el Salvator Mundi de Leonardo da Vinci en la subasta realizada en su sede de Nueva York en noviembre de 2017.




El moderno museo Louvre Abu Dabi, donde el “último Leonardo” no fue. Foto Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi.



Recientemente se estrenaron dos films sobre el derrotero que envuelve al cuadro que protagonizó la venta más alta en la historia -unos 405,3 millones de dólares-, el Salvator Mundi, atribuido a Leonardo da Vinci, nada más y nada menos. Nos referimos a El último Leonardo del cineasta danés Andreas Koefoed y El asombroso caso del último Da Vinci del francés Antoine Vitkine. Ambas producciones han instalado otra vez en la escena internacional la última pintura redescubierta del genio de Florencia. 


El arte, la más elevada de las creaciones humanas, ese inútil sublime reflejo del alma, de lo inmanente, de lo trascendental y lo eterno, despierta las más irrefrenables y turbulentas pasiones. Es tan poderoso que resulta capaz de entrelazar al más emblemático de los artistas, al pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, ​artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista, al genio florentino del renacimiento italiano, con príncipes árabes, magnates rusos, reyes europeos, mega yates, cifras siderales de dinero -y su blanqueamiento-, e intrigas, engaños, estafas, desapariciones, codicia y poder. Historia digna de un novelista, pareciera ser un capítulo más de El código da Vinci, la obra de Dan Brown, puesto que involucra al mismo artista, al mismo personaje (Cristo) ¡y hasta incluye secretas reuniones en subsuelos del museo Louvre!


TRAS LAS HUELLAS DE UN SUPUESTO LEONARDO


La historia gira en torno a una pintura que algunos consideran el descubrimiento del siglo, y otros, la gran estafa. Un Salvator Mundi, es decir, un Cristo sosteniendo a la Tierra con su mano, mientras bendice con la otra. La obra está pintada sobre una tabla de madera, mide 66 x 45 centímetros y fue (o habría sido) realizada hacia el año 1500. Observemos los hechos que rodean a esta pintura de modo cronológico.


Se cree que figuró en la colección de arte del rey Carlos I de Inglaterra. Pintado para su par Luis XII de Francia, apareció en Inglaterra cuando la princesa francesa Enriqueta María se casó con el monarca inglés en 1625. Habría permanecido en sus apartamentos de Greenwich, y se la identificó como “A piece of Christ done by Leonardo” (Una pieza de Cristo hecha por Leonardo) en los registros de la venta de la Commonwealth de 1651. Sin embargo, en los orígenes mismos de esta historia surgen ya las divergencias. El profesor Jeremy Wood sitúa un Salvator Mundi de Leonardo en la casa de Chelsea de James, tercer marqués, más tarde duque de Hamilton, entre 1638 y 1641.


La pintura fue subastada en Londres a finales del siglo XVIII y reapareció a comienzos del siglo XX en la colección de un lord amateur de arte, sir Francis Cook. En 1958 la estadounidense Minnie Stanfill Kuntz la compró en Londres, en una subasta de Sotheby’s, formando parte de un lote perteneciente a la escuela de Da Vinci; para ganar la puja desembolsó el irrisorio valor de 45 libras. Al fallecer su propietaria en 1987, el cuadro fue heredado por su sobrino Basil Clovis Hendry, quien conservó la pintura en su casa de Nueva Orleans, colgada bajo una escalera, en un lugar poco importante de la vivienda. Tras la muerte de Hendry en 2005, su hijo decidió vender la colección de arte de su padre. Fue en aquel momento que un empleado de Christie’s recorrió la casa y frente a esta pintura, afirmó un “esta no es para mí”, sentenciando a la vez su destino del peor comerciante de arte de la historia… Al fin, ésta y otras pinturas terminaron siendo vendidas por una pequeña galería de Nueva Orleans en abril de 2005. La protagonista de esta historia fue comprada por unos marchantes neoyorquinos, Robert Simon y Alexander Parish, por 1.175 dólares.


Bajo sus miradas expertas pronto comprendieron que, catalogada como una copia tardía de una pintura de Boltraffio, discípulo de Da Vinci, era otra su historia. Observaron la semejanza con un grabado del siglo XVII que reproduce el conocido como «el Leonardo perdido», y pensaron que podría ser no una copia, sino propiamente la pintura de un discípulo de da Vinci, o aún incluso más.


Los marchantes encargaron la restauración a la distinguida conservadora Dianne Dwyer Modestini. Tras limpiar la obra y retirar capas de pinturas añadidas en diferentes intervenciones, la experta comenzó a dudar. Observó los trazos del labio superior de Cristo en la imagen, iguales a los de la Gioconda, y un descubrimiento significativo: bajo capas de pintura aparecía una corrección del propio artista en el dedo pulgar de la mano alzada. Es decir, sólo quien está creando corrige la composición de su obra, como la posición de los dedos, no así un copista al reproducir el original de otro autor. Tales hechos la convencieron: se trataba de un auténtico da Vinci. 


Comenzó así una secuencia de expertizajes con especialistas de todo el globo. Finalmente fue presentada en el 2011 en la National Gallery de Londres como The last Leonardo (El último Leonardo), confirmando de tal modo su autoría. No todo el plantel del museo estuvo de acuerdo, y sin embargo una firma benévola legalizó la obra, la de Martin John Kemp, historiador de arte británico y comisario de exposiciones, una de las principales autoridades mundiales en la vida y obra de Leonardo da Vinci. Muchos sostienen que su inclusión en la exposición en la galería británica se trató de una campaña de marketing. Lo cierto es que la exhibición atrajo la atención de miles de personas que incluso durmieron a las puertas del museo y llegaron a pagar 400 dólares por una entrada para descubrir por ellos mismos el por qué de tanto misterio, a la vez que fue un acto legitimador que permitió fijar el precio de este Salvator Mundi en 100 millones de dólares.


Robert Simon y Parish finalmente vendieron el cuadro a un oligarca ruso residente en Mónaco llamado Dimitri Rybolovlev. La transacción terminó en juicio, puesto que el ruso pagó por la pintura 127,5 millones de dólares, mientras que su hombre de confianza en la compra de obras de arte, el comerciante suizo Yves Bouvier, verdaderamente pagó 83 millones a los norteamericanos. Bouvier es propietario de uno de los mayores puertos francos del arte, el de Ginebra, una mezcla entre caja fuerte y paraíso fiscal que custodia piezas adquiridas por multimillonarios y almacenadas libres de impuestos. La historia terminó con un juicio por estafa de 44 millones contra el suizo, y una nueva puesta en venta por Christie's en Nueva York, partiendo nuevamente desde Singapur, donde están los depósitos de Bouvier, hacia Nueva York.


SU ÚLTIMA VENTA, Y LA MÁS ALTA DE LA HISTORIA


La gran casa de subastas Christie's despejó cualquier duda respecto a su autoría con un “enteramente pintado por Leonardo”, y lo ofreció con una titulación idéntica a la presentada en el museo londinense, The last Leonardo


Aquel 15 de noviembre de 2017 pasó a la historia como la noche en que una pintura fue vendida en la cifra más alta jamás alcanzada, 450.3 millones de dólares. Un pujador anónimo se hizo de la obra, subiendo su apuesta de a 20 millones de dólares… Pronto se reveló el misterio, su comprador era el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Ben Salman. Aquel príncipe y magnate es bien conocido por sus desmesuradas compras. En 2015 adquirió la propiedad más cara del mundo, el castillo de Louveciennes, ubicado en las afueras de París, por 275 millones de euros. Y entre otros bienes que sorprenden, es dueño de un gigantesco yate, el “Serene”, comprado en 458 millones de dólares.


La venta del cuadro fue un suceso, sí, pero aún quedaban dudas sobre su autenticidad, o mejor dicho, faltaban más certificados que acreditaran la autoría, y justificaran el inmenso desembolso de dinero del saudí. Un año más tarde el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se reunió con Mohamed Ben Salman para firmar acuerdos comerciales por un valor entre 15.000 y 18.000 millones de euros. Según fuentes francesas, en este encuentro se acordó un peritaje del Louvre. Fue así como el cuadro llegó en junio al C2RMF, el mejor laboratorio del mundo destinado al análisis de obras de arte, situado en el subsuelo del Museo del Louvre. Permaneció allí tres meses y fue sometido a toda clase de análisis. Según le afirmara Chris Dercon, presidente de la Reunión de Museos Nacionales de Francia, al cineasta Vitkine, “Leonardo solo contribuyó en la realización de la obra. No hay duda posible. Solo los sauditas fueron informados”.


El príncipe saudí pretendía que su pintura fuese exhibida junto La Gioconda en la exposición por los 500 años de Leonardo que se preparaba en el Louvre en 2019, y presentada como una obra 100 por ciento pintada por Leonardo, autenticando definitivamente su autoría. Sin embargo, las autoridades culturales francesas y del museo no aceptaron esa condición, y Mohamed Ben Salam finalmente no prestó la obra al Louvre, trayendo como consecuencia que tampoco fuese colgada en el Louvre Abu Dhabi, el museo espejo del francés situado en Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. El último Leonardo, la pintura reaparecida, volvió entonces a desaparecer. Hay quienes dicen que se encuentra a bordo del “Serene”, en tanto que otros sostienen que duerme en la caja fuerte de un banco o de un puerto franco. 


Salvator Mundi es ahora la única pintura de Leonardo da Vinci en manos privadas, y una dentro de las pocas, apenas una escasa quincena, que conforma el total de pinturas del genio florentino. Muchos sostienen que pretender una obra de valor universal para una colección privada, o que concluya en uno de los muros del Louvre Abu Dhabi o en otro museo público de Medio Oriente, no es el lugar que le corresponde cultural e históricamente, es una terrible injusticia. Quizás así sea, como lo es cada obra egipcia, árabe, africana o americana conservada en los grandes museos europeos, considerando, en favor del príncipe árabe, que Salvator Mundi fue comprada, mientras que buena parte de las otras fueron saqueadas en otros tiempos. Muchos creerán, escépticos, que no se trata verdaderamente de un da Vinci, otros, felices, sostendrán el milagro de esta aparición. ¿Se hizo el príncipe árabe de, quizás, la pintura más importante de la cultura de Occidente, el descubrimiento del siglo, o como otros sostienen, fue engañado como a un nuevo rico?


Nosotros celebramos que el arte, la más elevada de las creaciones humanas, siga despertando las más irrefrenables y turbulentas pasiones… 


El trailer oficial de The lost Leonardo (El último Leonardo) de Andreas Koefoed: AQUÍ


El asombroso caso del último Da Vinci de Antoine Vitkine, film completo, con subtítulos en francés e inglés: AQUÍ


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