Mariano García Errecaborde, el adiós a un hombre de campo

La última fotografía del autor y Mariano García Errecaborde, en el Museo Las Lilas, de San Antonio de Areco.



Mariano, en una tarde en la pista de la Sociedad Rural Argentina en Palermo, Ciudad de Buenos Aires. Fotografía: Gentileza El Tradicional.



Juan Miguel Arbuco


Si bien nació en la ciudad de Buenos Aires (1956) su pasión fue el campo y con apenas 15 años se inició en estas labores al sur de la provincia de Córdoba. Sobre aquellos tiempos recuerda su paso por distintos establecimientos, en la estancia la Madrugada con tres secciones -la última, llamada La Vigilancia, sobre el río Quinto-, y también en la estancia Don Juan, en La Cautiva. Más adelante, ya en campos bonaerenses, en Tapalqué y Carmen de Areco. Otro lugar donde desempeñó su labor profesional fue en Victorica, La Pampa. Y ya retirado de las tareas rurales, fue socio en la concesión de un frigorífico de lanares en la Patagonia.


Desde hace treinta años, Arbuco reside en San Antonio de Areco. Es un gran estudioso de las tradiciones criollas. Experimentado en tales quehaceres, supo jinetear y se convirtió en un diestro domador, hábil en el manejo del lazo y las boleadoras, y en todo lo que se refiere a las tareas rurales. A todas luces, estamos ante un buen discípulo de su amigo, Mariano García Recaborde, a quien rinde aquí su homenaje.


Por Juan Miguel Arbuco *

Allá por el año 1974 cambia mi destino, de mensual en un campo de 10 leguas en el sur de la provincia de Córdoba, paso como capataz a un establecimiento de dos leguas en Tapalqué, en la provincia de Buenos Aires, donde apliqué toda mi experiencia, adquirida entre gente muy campera.

 

Ya instalado en ese nuevo destino, un día de verano estaba desensillando a media mañana cuando diviso primero una polvareda, era un vehículo que llegaba a la casa. Como es costumbre, el visitante detuvo su marcha medio retirado, siempre con la idea de no alterar el ánimo de un caballo ariscón... “Arrímense”, recuerdo que les grité, y se acercaron dos paisanos muy bien atalajados.

 

- Buenos días, buenos días -saludaron a coro-, pasábamos por la estancia y queríamos presentarnos, soy Mariano García Errecaborde. ¡Orfe Malharro, mucho gusto! , se presentó su acompañante, otro gran amigo hoy.

 

- Bien, pasen, vamos a tomar unos amargos. ¿Se van a quedar a churrasquear?, pongo un costillar y paleta en el fogón...

 

Y así fue, entre mate y mate, grandes charlas. De entrada, a conocernos un poco, sobre nuestras vidas; luego, de costumbres y tradiciones, experiencias propias y demás historias. Ese fue el comienzo de una amistad impensada. Yo, un paisanito alocado -había abandonado los estudios con apenas 15 años-, me encontré con un hombre que marcaría mi vida para siempre, ese fue Mariano, un ser inteligente, de pocas palabras, las justas y necesarias, y con una ironía poco común que había que estar despierto para entenderla. Muy campero, con un conocimiento de las tradiciones desde lo práctico a lo literario.


En una vieja imagen, el lazo como protagonista en las manos de Arbuco: «no lo podíamos creer, una yegua pialada lo cortó». Mariano, frente suyo, con su hija Paz de espalda, conversa con Celedonio, hijo de Juan Miguel. En la estancia Los Cerrillos, en General Alvear, diciembre de 1995.


Mariano despertó en mí una pasión que no tenía, leer y estudiar sobre nuestra historia, usos y costumbres; buscar, investigar... Más lo conocía y más admiración le tenía. Todo el tiempo compartimos información, fotografías, inquietudes sobre usos y costumbres. Nunca dejó de sorprenderme con su conocimiento. Anduvimos mucho juntos, en infinidad de acontecimientos que dejaron huella y fortalecieron nuestra amistad; experiencias y recuerdos que siempre me acompañarán.

 

Entre usos y costumbres, trenzamos nuestras vidas sin remate ni presilla y así seguirá eternamente

 

Este año vi por fotos el concurso de aperos en el predio de Palermo, de la Sociedad Rural Argentina y advertí que dos participantes llevaban el atador para lucirlo, no en la forma práctica para su uso. Me habría gustado que Mariano hubiera podido verlo. El día anterior a la jura estuvimos charlando en su casa sobre este tema. Largas horas de conversación mantuvimos ese sábado, de nuestras tantas andanzas, recuerdos inolvidables y anécdotas maravillosas. Entre charla y masajes me dijo, si me mitigan este dolor insoportable, quiero que me acompañes a Palermo; así quedamos.

 

Sin duda que en sus últimos resuellos quería despedirse de sus amigos y de Palermo, lugar donde dejó parte de su vida; desde la primera jineteada, las corridas de vacas y coleadas... No solo fue un puntal, fue un horcón, un forjador de nuestros usos y costumbres; paisano si los hubo, completo como pocos, hombre indiscutido, donde sin mezquindad transmitió toda su experiencia y conocimientos. Le estaré eternamente agradecido; gracias, Mariano, por todo lo que me diste. Voy a extrañar tu ausencia, pero siempre estarás en mi pensamiento. Como me dijiste ese día, ya volveremos a juntarnos, tomaremos unos mates y hablaremos de tradición, así será hermano. Cuando el destino me eche un pial y me junte las pezuñas, volveremos a nuestras andanzas. ¡Vaya despedida!


Una jornada inolvidable; García Errecaborde (a la derecha de la imagen) y Arbuco, en un desfile, en Tapalqué.


Mi más humilde reflexión y respeto hacia el Comité de Tradición y directivos de la SRA, se me ocurre sugerirles, de darle un reconocimiento que perdure en el tiempo, un lugar merecido sin duda en las pistas de Palermo, un premio en los concursos Tradicionales que lleve su nombre, «Mariano García Errecaborde», sería un orgullo para todo el tradicionalismo argentino y para su familia, que siempre lo acompañó en todos sus años de pista.

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios

 


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