Este capítulo comenzó a mediados de abril con un acto de vandalismo, el robo de una llave de paso de cobre que se encontraba en la vereda sobre la avenida Alem 246, el antiguo edificio sede del Archivo General de la Nación [AGN] lo que provocó el ingreso de agua corriente al subsuelo, donde desde hace décadas se aloja una parte del archivo fotográfico. El agua afectó el primer nivel de las estanterías de los depósitos 1 y 2 con los fondos Crítica y Witcomb.
La noticia pronto circuló entre conservadores y demás actores culturales, en tanto que las nuevas autoridades del AGN convocaban al personal capacitado de otros organismos públicos y especialistas particulares se acercaban voluntariamente para enfrentar con la mayor celeridad y profesionalismo posible la recuperación del material afectado. Cuando los medios de prensa nacionales dieron a conocer el episodio, lo hicieron en tono catástrofe. A cuatro meses de aquel suceso quisimos informarnos con las fuentes primarias y acudimos al Archivo General de la Nación para acercarles a nuestros lectores una mirada más precisa sobre el tema y su evolución.
El principal archivo del país, cuyo origen se remonta a 1821 - dio sus primeros pasos en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires y se federalizó en 1884 [1] -, es un organismo que funciona en la órbita de la Vicejefatura de Gabinete del Interior [Jefatura de Gabinete de Ministros], y lo hace en tres sedes: la más antigua, la que sufrió este episodio; otra ubicada sobre la avenida Paseo Colón y la más importante, inaugurada en 2019, en el barrio de Parque Patricios - Rondeau 2277 -, más otros dos depósitos -uno en el barrio de Flores y el otro, en la bóveda del ex banco Banade-, todos en la ciudad de Buenos Aires. Precisamente quien ocupa ahora la Dirección General del AGN - nombrado oficialmente pocos días antes de que sucediera el ingreso de agua -, el doctor Emilio Perina, fue el ejecutor de la obra que permitió la construcción del nuevo edificio cuya capacidad y funcionalidad -cuenta con 10.000 m2 de superficie cubierta-, es modelo a nivel regional debido a que se proyectó para albergar un archivo histórico nacional, cuando lo usual consiste en utilizar viejos edificios levantados con otros destinos y requerimientos.
Una historia que se repite
La inundación padecida en el inmueble de la avenida Leandro N. Alem - antigua sede del Banco Hipotecario Nacional, donde el AGN llegó con sus tesoros en 1944 -, repite otros episodios de similar tenor [invasión de líquidos] aunque de distinto origen. «Desde la mudanza a la sede de Alem se llevaron a cabo decisiones que podrían afectar su funcionamiento -precisa Perina-, por ejemplo, construir un depósito de documentación en la terraza que da a la calle 25 de Mayo. Por supuesto, era provisorio y quedó allí por más de cuatro décadas». Uno de los episodios más graves aconteció en 1984 con la rotura de caños pluviales que afectaron el sótano, donde se encontraba el archivo fotográfico – afectó el fondo Witcomb- y hubo otras varias filtraciones en años posteriores, aunque estas no afectaron el subsuelo, sino que hicieron lo propio en distintos pisos superiores de aquel inmueble, hasta que en el fin de semana del 13 y 14 de abril pasado, unos simples rateros desataron la nueva tragedia.
Para los especialistas en preservación patrimonial fotográfica el origen de los males se encuentra en el sitio donde se alberga el material: un subsuelo. Para Emilio Perina, aquella antigua sede corre riesgos estructurales de mayor gravedad, y fue en su gestión anterior, en la presidencia de Mauricio Macri, que “en treinta y dos meses, pudimos ejecutar la obra e inaugurar el nuevo edificio el 23 de septiembre de 2019, poco tiempo antes de que llegaran las nuevas autoridades democráticas y se me solicitara la renuncia. Por supuesto, habíamos elaborado un Cronograma de traslado, pero mis sucesores, Marcos Schiavi y Pablo Fontdevila hicieron las modificaciones que ellos consideraron convenientes y avanzaron con el traslado contando con el apoyo del Ejército Argentino”.
Se comprende que estas maniobras debieron realizarse con los mayores recaudos técnicos, teniendo en cuenta la fragilidad del material histórico trasladado. Los primeros reservorios depositados en la nueva sede incluían las colecciones Biblioteca Nacional, Museo Histórico Nacional y Museo Histórico Mitre. Y un largo camino se ha hecho. Pero queda todavía en el vetusto edificio de la avenida Alem parte de los tesoros fotográficos, tan ricos por su valor testimonial y tan frágiles por su estructura material: placas de vidrio y obras vintage sobre papel albuminado y en gelatinas de plata, en especial.
A cuatro meses de aquel siniestro, visitamos la nueva sede del AGN, construida sobre parte del predio de la ex Cárcel de Caseros, donde nos recibió Emilio Perina -el director de la institución-, y del Departamento de Fotografía, su coordinadora, Rocío Caldentey, y el asistente técnico, Pedro Mena.
La primera pregunta fue inevitable.
- Hilario: ¿Por qué razón los negativos de vidrio del fondo Witcomb y otros miles de fotografías en soportes de papel se encontraban aún en el sótano del edificio?
- Rocío Caldentey: La mudanza comenzó en noviembre de 2020, con personal del Ejército Argentino. En principio se había pensado en hacerlo con una empresa especializada, pero los costos eran tan elevados que resultó imposible. Y como el edificio de la avenida Alem había sufrido diversos problemas con filtraciones que afectaron los depósitos de los departamentos de Documentos Escritos y Documentos Fotográficos (DDF) ubicados en los pisos 4to y 8vo, se resolvió dar prioridad a la mudanza de estos documentos que allí ubicados presentaban mayor riesgo. En el caso del DDF se comenzó con el fondo Acervo Gráfico Audiovisual y Sonoro que se encontraba en el 8vo piso, y aquello que no entró en esta primera etapa de mudanza (fondo Secretaría de Información Pública) se trasladó al segundo piso, en los espacios que había dejado liberado el Departamento de Cine, Audio y Video, el primero que se mudó en su totalidad, debido principalmente a que su volumen es menor.
«El traslado de los documentos fotográficos ya acondicionados -nos explica Rocío-, se llevó a cabo con la actuación de unos veinte soldados que, fruto de un convenio, brindaban su apoyo para avanzar con la mudanza con dos traslados al mes en promedio. Lo hicieron desde noviembre de 2020 hasta finales de 2023, incluso en plena pandemia, con una breve interrupción en el cambio de autoridades nacionales. De aquel convenio restan aún dos jornadas y ya se avanza en un nuevo acuerdo institucional para proseguir en la tarea. En todo ese tiempo, reubicamos en la nueva sede las fotografías en soportes de papel, ya que optamos comenzar con este soporte y dejar para más adelante el vidrio que nos exigía más expertise.»
Las fotografías hoy ubicadas en la nueva sede -en depósitos donde se controla humedad y temperatura-, se estima, han alcanzado ya el cuarenta y cinco por ciento del acervo de fotografías en soporte de papel. «Hemos trasladado los fondos de Archivo Gráfico [2], AGN, Caras y Caretas, el Cronista Comercial (que incluye documentación de Tiempo Argentino), y parte de Noticias Gráficas y de Crítica», precisa Caldentey.
«Para el acondicionamiento de los documentos fotográficos en soporte vidrio, realizado con anterioridad a cada envío - nos explica la coordinadora del Departamento -, contamos con el apoyo de ASINPPAC (Asociación Internacional para la Protección del Patrimonio Cultural) junto a quienes nos presentamos al programa Iberarchivos [3] en 2019 que nos otorgó un subsidio para realizar tareas de conservación sobre el fondo Galerías Witcomb. Si bien la pandemia demoró su ejecución, con esos recursos económicos logramos intervenir 4500 placas de vidrio del fondo Witcomb, las de formato más grande [superior a 18 x 24 cm], algunas de hasta 40 x 50 cm. Primero, dentro del edificio de Alem se trasladaron desde el subsuelo al segundo piso, donde se limpiaron, hicimos cambios de guarda, se inventariaron y digitalizaron. Toda esta tarea a lo largo de un año y medio».
Para la digitalización, explica Pedro Mena: «Se decidió generar dos masters TIFF de cada pieza documental, una transparencia y un opaco dado que ambas formas de visualización cumplían una función en su contexto de producción. La transparencia es el tipo documental, en este caso un negativo, el cual permite ver las densidades del proceso/ técnica fotográfica, además en este modo el fotógrafo trabajaba las imágenes al momento de realizar los retoques. Y el opaco, por su parte, le permitía al cliente del profesional, previsualizar y elegir la imagen que luego el fotógrafo barnizaría y copiaría en papel [imagen final]. El interés de digitalizar este tipo de negativos como opacos reside en la información que se pueden extraer de estos, por ejemplo, la visualización de las diversas capas de materialidad que conforman la imagen y el estado actual del documento. Podemos sostener que, a partir de ellas, los usuarios del Archivo pueden inferir sus hipótesis durante su proceso de investigación».
Un fin de semana fatídico
Pero aquel ritmo de trabajo se modificó definitivamente a mediados de abril, cuando el agua, otra vez, fue noticia.
«Las tareas de rescate comenzaron al día siguiente de informarnos sobre el siniestro- recuerda Pedro Mena, quien aclara que no les permitieron ingresar ese mismo lunes -, el martes 16, lo hicimos con el fondo Crítica, y el miércoles decidimos iniciar en paralelo el rescate de las placas de Witcomb. Abrimos caja por caja, y tuvimos que repasar cada placa, incluso despegando aquellas que por un deterioro previo se habían adherido unas a otras -las más afectadas, cuando no tenían ningún elemento entre ellas, apoyadas las gelatinas con gelatinas [seguramente así vinieron del archivo Witcomb cuando las adquirió el Estado nacional]-, con ciertos casos que provocaron pérdidas periféricas, conservándose el 75/80% de la imagen. Algunas estaban aún en las cajas originales de Witcomb y otras ya habían sido ubicadas en cajas de guarda provistas por el Archivo».
Para el rescate se utilizaron los ocho pisos del edificio que, ante los traslados ya realizados al nuevo edificio, se encontraban en buena medida vacíos. «Nos acompañaron más de ciento veinte personas de distintos organismos públicos -prosigue Pedro Mena-, además de estudiantes y profesionales, todos aportando con un alto compromiso solidario. Establecimos un sistema de trabajo en el que cada uno pudiera colaborar: primero con el secado de la gelatina y de inmediato armamos un área de producción de sobres y guardas -primaria y secundaria- con identificadores del contenido, donde cada obra fue alojada después del necesario proceso de limpieza. Ahora estamos revisando el material afectado, hacemos un control para detectar posibles avances del deterioro».
Distribuidas en los distintos pisos desocupados, las gelatinas inician su secado. El aporte solidario de los voluntarios fue crucial. Fotografía: Lucila Quieto. Gentileza AGN.
«Una vez concluida una primera etapa de monitoreo, en el caso del papel, es necesario proseguir en la limpieza y el aplanamiento del soporte -nos comenta Rocío Caldentey. A la vez se evaluará la posibilidad de recuperar la imagen fotográfica que se puede encontrar afectada por alteración de la emulsión o bien porque el papel del interfoliado se encuentra adherido a ésta. Esto debe realizarse documento por documento y debe planificarse a mediano plazo ya que solo del fondo Crítica se vieron afectados alrededor de 50 mil fotografías. En el caso del soporte vidrio y plástico que se encuentran en el fondo Galerías Witcomb, además de la limpieza, es prioritario colocar el material en guardas secundarias a medida para su posterior traslado. Con estas acciones lo que se pretende es conservar el documento físico en las mejores condiciones posibles siempre respetando su condición de documento de archivo.»
Entre los voluntarios que participaron en aquellas tareas primarias, nos comenta Clara Tomasini [4], becaria doctoral del CONICET: «Colaboré como voluntaria - es mi tema de estudio y me acerqué al Archivo dispuesta a ayudar. Quienes primero asumieron la labor fue el personal del Departamento de Documentos Fotográficos, Rocío y Pedro Mena lo hicieron con enorme responsabilidad y pasión. Todo el material afectado se distribuyó en distintos pisos del AGN; allí se lo separaba y las placas y copias vintage en papel se colocaban sobre el suelo con deshumidificadores y ventiladores para acelerar el secado. En esta tarea vimos también los efectos de otra inundación sufrida en los noventa.»
«Hubo técnicos de otros organismos -prosigue Clara -, como por ejemplo de la Biblioteca Nacional y la Biblioteca del Congreso de la Nación. Primero se quitó la humedad en cada pieza y se cambió la guarda, todo se hizo con el debido orden, con la ficha pertinente. Ahora resta el trabajo de restauración y conservación de acuerdo con el grado de deterioro sufrido en cada obra. Las pérdidas definitivamente han sido pocas, y una parte de ello venía con deterioros anteriores.»
El deterioro definitivo, asegura Pedro Mena, asistente técnico del Departamento, alcanzó un 0,3% del material afectado.
Un cambio de acción indispensable
«Debido a razones técnicas, ya lo expresé, los traslados durante 2020-2023 se habían realizado con fotografías en soportes de papel - detalla Rocío Caldentey -, pero la inundación puso en evidencia que necesitábamos agilizar el vaciado de los depósitos del subsuelo. Fue así que, en paralelo a los demás traslados con el personal del Ejército, dimos comienzo a la mudanza de los negativos en soporte de vidrio. Para ello, diseñamos las cajas de traslado y resolvimos hacerlo con una camioneta del Archivo y con nuestra gente. El plan es que lleguen a la nueva sede para ser depositadas en el sitio definitivo sin que requieran otra manipulación, de manera que antes de su envío, cada fotografía es acondicionada, inventariada, e incluso en algunos casos, digitalizada. La intervención del material implica necesariamente un estudio sobre el contexto de producción del documento respondiendo a las siguientes preguntas: ¿quién lo produjo?, ¿para qué?, ¿cuándo? Y recién entonces, cada placa ya alojada en su guarda se ubica en la caja de traslado para el envío. En principio hicimos pequeñas pruebas para verificar que no sufrirían deterioro alguno en todo el operativo y recién entonces sistematizamos los viajes. Ya hemos mudado unas 6000 placas de Witcomb -incluidas de Christiano Junior-, y de FotoAéreas. Y con todo acondicionado, desde mediados de agosto estamos realizando dos viajes por semana con 1200 a 1500 placas por mudanza».
Documento ya digitalizado y trasladado a la nueva sede. Fotografía: Hilario.
En esta etapa del Plan de acción, vale dimensionar la labor realizada y la pendiente: solo el fondo Witcomb cuenta con unas 350.000 placas de vidrio de distintos formatos, en su mayoría de 18 x 24 cm. Y el personal que se desempeña en el Departamento de Fotografía es de tan solo diez personas.
Consultado el experto internacional Fernando Osorio sobre este problema, nos indicó el riesgo que, en Buenos Aires, implicaba almacenar estas obras «en esa cámara de envejecimiento acelerado en el subsuelo de una ciudad con un manto freático a flor de piel. Si no es la filtración de agua es el vapor de agua en el ambiente lo que deteriora. [5] Lo que mata a cualquier soporte documental es la humedad que provoca el proceso de hidrólisis en los soportes y aglutinantes, y en el caso de la fotografía la humedad provoca la oxidación de la plata que forma la imagen en los procesos blanco y negro, y la pérdida del colorante en los cromógenos usados en las fotografías en colores». En esa tarea se encuentra hoy el Archivo General de la Nación.
Uno de los depósitos en la nueva sede del Archivo General de la Nación, en el tercer piso. Fotografía: Hilario.
La tarea que tienen por delante en el AGN requiere de varias generaciones, de una política sostenida de tratamiento de documentos fotográfico de archivo, la que debe contemplar la ampliación y capacitación continua del personal, la adquisición de infraestructura -hoy carecen de un laboratorio, ni siquiera cuentan con un microscopio electrónico-, y una acción concertada de convenios con distintas instituciones universitarias con carreras afines – en esta misión se encuentra su director Emilio Perina, nos informa –, las que podrían aportar una formación especializada colaborando con tareas específicas en el propio Archivo. Y tan importante desafío, es obvio, demanda un presupuesto acorde, a obtener desde el propio Estado, por la contribución internacional y también, desde las empresas y particulares que aprecien en esta misión, un deber que promueve un futuro mejor.
Notas:
[1] El documento escrito más antiguo conservado data de finales del siglo XVI, cuando la ciudad de Buenos Aires tuvo su segunda fundación. Se trata del repartimiento de indios de Juan de Garay. Y preserva unos 27 km de documentos en distintos soportes y formatos.
[2] El Archivo Gráfico adquirió en su momento el archivo de la revista Caras y Caretas, y en algún momento de su historia separaron los documentos fotográficos del resto de la documentación, perdiéndose el vínculo entre ellos y el contexto archivístico de producción.
[3] El programa funciona desde 1999 y al momento se han aprobado 1467 proyectos, colaborando con los archivos de 23 países, desde Archivos Generales Nacionales, a los municipales y de distintas instituciones, por ejemplo, de Derechos Humanos y de Pueblos indígenas. Argentina ha recibido financiación para 72 proyectos, Brasil para 104, Chile 103, Colombia 151, Costa Rica 155 y Cuba 220, por mencionar algunas de las naciones beneficiadas.
[4] Clara Tomasini, historiadora del arte, se desempeña en el ámbito de la fotografía y su materialidad, en especial de los procesos analógicos.
[5] Si bien la observación y preocupación es correcta, desde el propio AGN nos indican que, probablemente por el tipo de construcción, los indicadores de humedad del subsuelo (salvo en las contingencias comentadas) siempre fueron más bajos que los de algunos pisos del edificio.