En su ensayo del año 2008, el crítico de arte Terry Smith da cuenta de un cambio en las temáticas de representación visual a partir de una reescritura desde los márgenes. Esta teoría, que supone un desplazamiento de esa periferia a las zonas centrales de construcción del discurso, parece querer mantener su vigencia si se observa el comportamiento de las últimas ediciones de las ferias y bienales más reconocidas a nivel global, en las que se suma, además, otro factor: la transformación del formato ferial en una experiencia que se desmarca del mero intercambio comercial. ARCO Madrid en su edición 2025 es un interesante ejemplo de estos desbordes.
Como decíamos en anteriores oportunidades, la feria de arte contemporáneo se ha convertido en una experiencia voluntariamente híbrida. Por un lado, se presenta como un espacio de oferta comercial eficiente, que obtiene su fuerza de la convergencia de actores del mercado que, en suma, posibilitan la concentración de la atención de todos los espectros de la recepción que de otro modo estarían fragmentados. En la feria de arte entendida como instancia intermediaria calificada para el intercambio a gran escala, coinciden las expresiones artísticas que ya han ganado un espacio de reconocimiento en los circuitos del arte y las tendencias emergentes, que encaran igualmente al comprador eventual y al coleccionista, al inversor particular, y al gestor institucional que busca ampliar el patrimonio. Al mismo tiempo, y muy lejos de presentarse simplemente como un formato comercial de alto impacto mediático, la plataforma ferial se sostiene desde una gestualidad curatorial que comienza con un comité de selección de espacios intervinientes y concluye con la presentación razonada de quienes integrarán la edición y sus programas laterales, convirtiéndose en un recorte conceptual que pretende registrar la escena artística local de manera multifocal: expone la vigencia o historicidad de determinados estilos, presenta sus posibles líneas de continuidad o las discontinuidades, y concita la atención del paseante curioso y del público del arte, que confluyen en un «evento cultural» performático que ya supo construir ciertas estabilidades.
En el caso de ARCO Madrid, además de verificarse esta vocación hacia la inclusión de un público aparentemente más heterogéneo, y de registrarse el éxito comercial de quienes participaron [tanto de espacios locales como de galerías internacionales, aunque con una decidida diferencia a favor del segmento regional] puede constatarse la tendencia a dar voz a esa periferia de la que hablaba Terry Smith, aún cuando su eficacia no pueda ser aceptada sin reservas.
Denilson Baniwa, artista y curador nacido en el interior de la Amazonía, y María Wills, investigadora y curadora colombiana, en colaboración con el Institute for Postnatural Studies estuvieron a cargo de la presentación de «Wametisé: ideas para un amazofuturismo», un programa separado de la propuesta general cuyo eje temático se vinculaba con la reflexión sobre nuevos modos de creación que representan existencias híbridas entre cuerpos humanos, vegetales, físicos y metafísicos. Una vez más, se hace presente la cuestión del territorio. Mientras que la Bienal de Venecia se pronunciaba en pos de una «extranjerización global», ARCO emplea la palabra Wametisé, que según la cosmogonía de ciertas poblaciones amazónicas, no sólo hace referencia a la creación del mundo, sino a la puesta de la humanidad en cada rincón de ese espacio nuevo. Otra vez, extranjeros en todas partes. Argentina participó de este segmento a través de Rolf Art, y dijo presente en el «Programa General» con Del Infinito, Herlitzka & Co., Nora Fisch, Rolf Art, Ruth Benzacar Galería de Arte y W-Galería. La salteña Remota fue parte de la sección «Opening. Nuevas galerías», e Isla Flotante se contó entre los integrantes de «Perfiles|Arte latinoamericano». Sin embargo, y aún bajo el enmarcamiento de los guiones curatoriales de cada segmento, el envío argentino, considerado en su heterogénea totalidad, supo ser más que un aporte regionalista al concentrarse en las problemáticas y las búsquedas del arte contemporáneo en lugar de cultivar cierto «color local» que lejos de acercar posiciones resalta las diferencias sosteniendo un exotismo que devuelve a los márgenes y termina por apagar la voz de lo distinto.
Dos obras de la artista Stella Tisera de la galería Ruth Benzacar en ARCOS 2025. Fotografía: Gentileza ARCO.
ARCO 2025 nos deja la posibilidad de una reflexión profunda que es parte de la conversación estética del siglo XXI: cómo ser parte de la comunidad global sin perder las marcas identitarias, pero sin acomodarse en un localismo impermeable a los cambios postmodernos. Argentina dio un buen paso y dejó al sur del mundo en el centro del arco.
* Marzo de 2025. Especial para Hilario. Artes Letras Oficios