La colección de Enrique Amadeo Artayeta

Las chaquiras fueron de uso especial entre los mapuches, aquí en un cinturón que perteneciera a Dominga, la última esposa de Cipriano Catriel. A la izquierda, una gargantilla o collar con dibujos repujados en forma de zig-zag. Fotografía: Gentileza Museo de la Patagonia.


Distintas piezas que hoy se pueden observar en el Museo de la Patagonia, ubicado en San Carlos de Bariloche. Formaron parte de la colección de Enrique Amadeo Artayeta.


A la izquierda, el poncho de argollas con su campo de color azul que perteneció al cacique Cipriano Catriel, hoy entregado a sus descendientes, que lo reclamaron. A la derecha, poncho overo con cruces del cacique Cachul.


Espuelas de palo que pertenecieran a los jinetes aborígenes de la región. Forman parte de la Colección E. A. Artayeta. Fotografía: Gentileza Museo de la Patagonia.


Un pequeño visitante deja un testimonio en el libro de visitas del Museo. Fotografía: Gentileza Museo de la Patagonia.


Guillermo Palombo

 

Miembro Emérito del Instituto Argentino de Historia Militar, integrante del Grupo de Trabajo de Historia Militar de la Academia Nacional de la Historia, Académico Correspondiente de la Academia Sanmartiniana y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, ex presidente del Instituto de Estudios Iberoamericanos.

 

Su producción impresa sobre diversas disciplinas (libros, folletos, capítulos en obras colectivas, artículos en revistas especializadas y diarios) supera los 300 títulos. Acaba de presentar Uniformes del Ejército Argentino (Lilium Ediciones, Buenos Aires, 2023), un estudio de consulta ineludible sobre el tema. LEER MÁS


Por Guillermo Palombo *

El hombre


Enrique Mariano Alejo Amadeo Artayeta nació en Buenos Aires el 14 de febrero de 1879. Fueron sus padres Vicente Carlos Amadeo Cáceres y María Delfina Epifanía Artayeta Castex. Desde joven se dedicó a las tareas de campo en el partido bonaerense de las Flores, y en la localidad de Baradero tuvo su cabaña «Doblado Grande», donde propició la explotación del ganado lanar, vacuno y yeguarizo, a la que dedicó sus mejores afanes y conocimientos.


Otro orden de actividad en el que también se destacó fue el de la investigación etnográfica sobre los indios pampas, un diccionario de cuya lengua tenía en preparación al fallecer.


Por otra parte, el Museo de la Patagonia, del que fue fundador y primer director, se hizo sobre la base de sus colecciones etnológicas de aquella parcialidad aborigen.


Fue asimismo miembro correspondiente de la Societé des Américanistes [1], presidente de la Sociedad Ornitológica Ornitológica Argentina [2] e integró la Asociación Folklórica Argentina. Además de sus colaboraciones en La Nación y La Prensa publicó diversos estudios y conferencias sobre los temas de su especialidad [3].


Tuvo también una gran afición por el dibujo y la pintura. Realizó muestras individuales en las galerías Witcomb (1930), donde presentó temas costumbristas de la provincia de Buenos Aires, y Müller (1942), con dibujos. Participó en el Primer Salón Anual de Bellas Artes de la Patagonia (1941). Ilustró junto con Eledoro Marenco y Jorge D. Campos la segunda edición del libro Equitación gaucha en la Pampa y Mesopotamia (Peuser, 1942) de Justo P. Sáenz (h).


Falleció en Buenos Aires el 23 de febrero de 1960 a los 82 años de edad. Se había casado en 1907 con Amalia del Carmen Campos Urquiza (1881-1960). Sus hijos, Enrique y María Amalia, fallecieron en la década de 1990.


La colección


Amadeo Artayeta configuró su colección en los años de recorridas de campo, en los que también elaboraba sus teorías sobre las etnias indígenas que habitaban la Pampa y la Patagonia, integrando la información documental y material tal como lo muestran sus trabajos de las décadas de 1940 y 1950. Para 1930 había reunido, en su domicilio de Esmeralda 892, esquina Paraguay (edificio en cuyo local de planta baja está actualmente la confitería «Saint Moritz») las piezas más importantes de su colección [4].


Material arqueológico.


La sección arqueología comprendía aproximadamente 500 objetos de material lítico hallado en superficie, en las provincias de Río Negro y Neuquén. Incluía morteros, bolas, cuchillos, hachas, sobadores, un collar de piedras fósiles y también fragmentos de alfarería ornamentados por simple presión con palitos y marcas hechas con las uñas.


Platería femenina pampa mapuche.


El selecto y representativo conjunto de alhajas femeninas comprendía las piezas que a continuación se describen:  

Quince aros o zarcillos, unos trapezoidales, de considerables dimensiones y lisos sin decoración, otros campanuliformes («chaguay-upul»), cuya forma recuerda la flor del copihue, lisos con líneas paralelas y oblicuas incisas en el borde inferior y también con incisiones de líneas paralelas verticales a lo largo del aro; y los circulares, con sus lados ligeramente ovalados, discoidales, redondos u ovoides, de tamaño variable y con perforaciones en forma de luna nueva y media luna.


Tupos ponzón, trapelacuchas y siquel, gargantilla y cadena para atar trenzas, de plata.


Un «trarilonco», especie de diadema de plata que se colocaba rodeando la frente, formada por una cadena de 30 pequeños eslabones planos, de cuyas uniones colgaban igual número de discos en forma de medalla, por medio de un simple eslabón de plata.


Tres gargantillas o collares («traripel», de «traru»: atar, «pel» o «pilco»: cuello; es decir atado al cuello) de una sola placa o cinta de metal, casi del mismo largo del cuello, con dibujos repujados en forma de zig-zag. 


Un conjunto de cuatro prendedores («tupú») usados para cerrar el manto o chamal en la parte superior del pecho, formado por una aguja cuyo largo concluía en un disco de plata con decoraciones repujadas, consistentes en una sucesión de puntos a corta distancia del borde exterior y otro círculo concéntrico de los mismos puntos más o menos en la mitad del disco, cuyo círculo central lleva una simple cruz de los mismos repujados y cuyos terminales consisten en pequeñas protuberancias semiesféricas, notablemente mayores a los puntos referidos. Asimismo, otros dos prendedores en su variedad conocida como punzón, consistente en una gran aguja rematada en una esfera o bola hueca de considerable tamaño (del de una naranja o con el diámetro de una ciruela) de cuyo extremo pendía una cruz o medalla. La esfera constaba de dos partes o hemisferios, que contrapuestos se unían y soldaban con una cinta del mismo metal. En la parte superior llevaba un pedúnculo, según el porte de la esfera, de cuyo extremo colgaba una cruz simétrica con un solo eslabón.


Cuatro ejemplares de trapelacucha (de «traru», tiempo de atar; «pel», cuello garganta; y «acucha», araucanización de aguja), de una sola cadena de placas cuadradas de plata planchadas unidas por anillos, de la cual pendía una cruz con colgantes de discos y cruces.


Siete ejemplares de la pieza conocida como «siquel» o «sequil» (del araucano «chicull», costillas), el ornamento más popular de la mujer mapuche que, llevado sobre el pecho, bajando del cuello y sujeto al chamal, era un especie de corbatín formado por placas planas y alargadas, que unidas por eslabones constituyen una especie de cadenas que sujetaba una placa final ovoidal (en forma de patena), cuya superficie superior e inferior estaba perforada para recibir las cadenas de los tubos y colgantes campanuliformes. En su centro y contorno presentaba grabados o una media esfera o protuberancia semi-esférica tallada o esculpida con la forma de un “rostro” antropo o zoomorfo. Esta placa estaba adornada con colgantes, en forma de figuritas antropomorfas con cabeza y cara (diseñada algunas veces sin rasgos faciales), brazos y manos, terminando el cuerpo en triángulo con base cortada.


Finalmente, el conjunto comprendía dos ejemplares de «sequil acucha», pieza de una placa o plancha superior de metal con incisiones representando aves que se enfrentan, o con la forma de dos cabezas de águila enfrentadas, que se unía por tres cadenas de eslabones anchos y huecos a otra placa, inferior o terminal, en este caso una trapezoidal y otra semicircular, de la cual pendían colgantes menores, circulares, en forma de disco o medalla lisa. En una de ambas, de la placa superior y entre las cadenas colgaban dos pequeños colgantes en forma de cruces o medallas. Se llevaba en el pecho prendido mediante un broche de aguja y eslabón que llevaba en su reverso.


Textiles.


En la sección de textiles destacaban siete ponchos que el coleccionista recibió de don Vicente Carlos, su padre. Habían pertenecido a caciques y capitanejos: Catriel, Cachul, Calfucurá, Pincén, Catriquir, Quintriqueu y Cañumil. Ese conjunto se completaba con cinco ligas tejidas y bordadas, una sobrecincha tejida y once fajas tejidas y bordadas en diversos colores.


Piezas provenientes de caciques famosos.


Del cacique mayor Cipriano Catriel y miembros de su familia la colección comprendía dos yesqueros de plata, un par de boleadoras ñanduceras con sogas torcidas de cuero de yegua, un par de boleadoras para aves con sogas de tendones de ñandú sumamente excepcionales, un rebenque con argolla de hierro  y  dos  espuelas  de  plata, un  cinturón  femenino  de  cuero  con  adornos o cuentas de  plata (chaquiras) y loza que perteneció a Dominga, última mujer de Catriel, una faja para el cabello,  y un cuchillo con mango de hueso, tabaqueras de cuero de ñandú con cuentas de plata y loza pintada y lisa; yesqueros de plata y otros de asta y cola de peludo. Del cacique Painé una cabezada, freno y espuelas de plata. Del cacique Saihueque un par de botas de cuero de potro. Y de Puitrin, hijo del cacique Coliqueo, unas boleadoras.


Otras piezas. Documentos.


La colección se completaba con un conjunto de pipas en piedra, madera, plata, y madera y cuero, y un conjunto de estribos y espuelas de madera y de madera y cuero, de procedencia indígena. Entre las piezas documentales reunidas por Amadeo Artayeta destacaba el diario de campaña original del general Conrado Villegas.


Destino de la colección. El Museo de la Patagonia


En 1939 fue creado el Museo de la Patagonia, que tuvo como base la compra que el Estado nacional realizó de la colección de Amadeo Artayeta.


Para ello, previamente se solicitó al Museo de La Plata, dirigido por Joaquín Frenguelli, la valoración de la colección según los criterios técnicos en uso. Las evaluaciones estuvieron a cargo de Fernando Márquez Miranda, Jefe de la Sección de Arqueología, quien no le atribuyó valor económico a los objetos líticos hallados en superficie por la enorme abundancia del mismo en los museos, pero tasó los objetos metálicos, de madera y hueso. Los tejidos, por su belleza, calidad y estado de conservación fueron considerados del mayor interés. Márquez Miranda tasó la colección en 21.000 pesos moneda nacional siempre y cuando se le solicitara al vendedor la entrega de los inventarios que él no había podido ver.


La dirección de Parques Nacionales celebró el contrato de compraventa con Amadeo Artayeta de su colección de documentos históricos y objetos autóctonos regionales de su propiedad destinados a la formación del Museo Regional de la Patagonia en la suma de 27.400 pesos moneda nacional. El local para el nuevo museo fue previsto en el Centro Cívico de la ciudad de San Carlos de Bariloche. Amadeo Artayeta se convirtió en su director a partir del 31 octubre de 1939. La institución formaba parte del organigrama de la Dirección de Parques Nacionales, creada a fines de 1934 y posteriormente transformada en Administración General de Parques Nacionales y Turismo entre 1945 y 1952, con sede central en la ciudad de Buenos Aires.


El mencionado contrato de compra fue aprobado por Decreto en Acuerdo de Ministros, n° 66.832 del 8 de julio de 1940, firmado por el vicepresidente de la Nación, Ramón S. Castillo, interinamente a cargo de la presidencia [5].


Al material ya mencionado se sumaron prendas del uniforme del general Julio A. Roca, un cuadro en el que aparece el mismo a orillas del Río Negro, su espada personal; un bastón del general Levalle, un retrato al óleo del general Pacheco, diferentes prendas del general Liborio Bernal, la bandera que utilizó el general Villegas en el cerro Carmen, un retrato del teniente general Eduardo Rancedo, el banderín de la 3ª División y una lanza de caña tacuara auténtica de los indios pampas.


Amadeo Artayeta estuvo vinculado a la Dirección de Parques desde el año 1939 como director del Museo de la Patagonia y después como Jefe de la Dirección Museos hasta la década de 1950 manteniéndose en su cargo más allá de los cambios en las jerarquías del organismo nacional, las presidencias del directorio y las distintas corrientes políticas en cada gobierno nacional.


El Museo de la Patagonia «Francisco P. Moreno» es hoy un moderno repositorio en el cual se realizan importantes actividades y exposiciones. Su patrimonio etnográfico e histórico ha crecido con el transcurso del tiempo, gracias a donaciones, legados y material obtenido en investigaciones. [6]


Notas.

1. Journal de la Société des américanistes, Nouvelle Série, t. 23, fasc. 1, [París], 1931, p. 230

2. El Hornero. Revista de la Sociedad Ornitológica del Plata, vol. IX, núm. 3, Buenos Aires, junio de 1951, p. [352].

3. Por citar algunos: «La Nación pampa», en Revista Geográfica Americana mensual ilustrada, año IV, vol. VII, núm. 43, Buenos Aires, enero-junio 1937, p. 15-22 y 241-248; Los primitivos habitantes y Arqueología pampa. Parque Nacional Nahuel Huapí, temporada 1947, Publicación de la Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1947, p. 43-51; «Grutas habitadas por el hombre o casas de piedra en la pre-cordillera andina», en Anales del Museo de la Patagonia, vol. II, Buenos Aires, 1950, p. 129-135. Encomiables, sin embargo, se ha criticado su escaso carácter científico.

4. «La colección de objetos pampas de Enrique Amadeo Artayeta», en La Prensa, núm. 22.234, Buenos Aires, 8 de enero de 1931, 2ª sección [p. 2].

5. República Argentina. Ministerio de Agricultura de la Nación. Memoria correspondiente al ejercicio de 1940 presentada al H.  Congreso de la Nación por el Ministro de Agricultura, tomo 1, Buenos Aires, 1941, p. 556.

6. Cabe señalar que el poncho de argollas blancas sobre fondo de añil azul que perteneció al cacique Cipriano Catriel y su cráneo ha sido entregado a sus descendientes residentes en Azul, que lo solicitaron. Sobre este tipo de poncho ver Guillermo Palombo, Ponchos y fajas de la tejeduría pampa azuleña, Suplemento Especial. Diciembre 2017. 185° Aniversario de la Ciudad de Azul. 16 páginas, con ilustraciones [Suplemento de Pregón. Diario Regional de la Tarde, Azul, diciembre de 2017].


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios



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