La belleza interior de Berthe Morisot

Berthe Morisot, Estudio al borde del agua. La obra que presentó en el Salón de París de 1864.



Edouard Manet, Berthe Morisot con un ramo de violetas. 1870. Museo de Orsay, París, Francia.



Berthe Morisot, Madre e hija en el balcón. 1872. Museo de Arte Bridgestone, Tokio, Japón.



Berthe Morisot, En un banco. 1872.



Berthe Morisot, El espejo de vestir. 1875. Museo Thyssen Bornemisza, Madrid.



Sonia Decker


Directora de CONSULTART/dgb, consultora con más de treinta años de actuación en el mercado de arte local. 


Licenciada en Publicidad (USAL). 


Fue Perito judicial en Arte, y Profesora de “Mercado del Arte” en las Universidades del Salvador y del Museo Social Argentino.


Integró el grupo fundacional del Museo de Arte Tigre, teniendo a su cargo la adquisición de las obras de su colección permanente.


Artista pintora, ha realizado sus últimas muestras individuales en las galerías VYP, Arroyo y Librería Menéndez.


Por Sonia Decker *

Hoy puede resultar casi anacrónico hablar de “mujeres pintoras”. Ya en el Renacimiento italiano, Artemisia Gentileschi (1593 - 1654?) entre otras, demostró ser tan talentosa como el mismo Caravaggio. Su historia fue dura como su camino a recorrer en el mundo del arte, privativo únicamente a los hombres.

 

A lo largo del tiempo, muchas mujeres comenzaron a incursionar en la pintura, primero como una suerte de entretenimiento como podían serlo la música o la literatura. A mediados del siglo XIX, aparece en Francia la primera mujer que decide dedicarse profesionalmente a las artes plásticas. Esto era inconcebible en el pensamiento varonil, pero Berthe Marie Pauline Morisot (Bourges 1841 - París 1895) desarrolló una carrera artística durante más de tres décadas exponiendo desde los 23 años en el Salón de París.

 

Nacida en el seno de una familia de la alta burguesía, fue la tercera hija de un matrimonio dedicado al comercio y a las finanzas. Su hermana Edma (1839-1921) será su primera compañera cuando sus padres las animaron a incursionar en la música y en la pintura iniciándolas en 1857 en clases privadas de dibujo. Descendientes del gran pintor rococó Jean Honoré Fragonard a quien admiraban, comenzaron sus primeros lineamientos con los pintores neoclásicos Chocarne y Guichard, este último solicitado por ambas, que les aconsejó realizar copias en el Museo del Louvre y quien las contactó con Camille Corot, el gran paisajista de la Escuela de Barbizon. Su manera de captar la realidad a través de la luz y el color influyó notablemente en las hermanas Morisot, introduciéndolas en la técnica del “plein air”. Ambas trabajaron con Corot en su casa de Ville d´Avray durante el verano de 1861.

 

Constable y Turner inspiraban el nuevo concepto del paisaje que se anticipa al Impresionismo, y la fotografía revoluciona los enfoques creando espacios diferentes con equilibrios antes desconocidos.

 

La primera participación de las hermanas fue en el Salón de París de 1864, con dos paisajes admitidos, una rareza, inusual para artistas mujeres. Auguste Renoir integraba el jurado. Ninguno sabía en ese momento que serían compañeros de ruta en el difícil camino del Movimiento Impresionista. Berthe presenta su obra “Estudio al borde del agua”, una figura reclinada sobre un estanque rodeada de una frondosa y oscura vegetación. Conservando aún el estilo neoclásico en el que se había formado, se observa ya en los ramajes una pincelada más larga y quebrada, que preanuncia un grafismo muy suelto que la acompañará el resto de su vida.

 

A partir de allí, ambas expondrán hasta 1869, fecha en la que Edma se casa con el oficial de la marina Adolphe Pontillon, lo que significó su retiro de la pintura. Berthe consideraba el matrimonio como una posibilidad, pero también era consciente que aún tenía un vínculo fuerte con el arte y siguió exponiendo continuamente en diferentes espacios.

 

Una tarde, mientras copiaba una escena de una inmensa tela de Rubens, Henri Fantin Latour le presenta a Edouard Manet. A partir de este encuentro, su vida cambia por completo tanto en lo personal como en el terreno artístico. Ríos de tinta han corrido respecto de esta relación como la de tantas otras entre maestros y discípulas. Lo cierto es que Berthe se convirtió no solo en su modelo preferida (“Berthe Morisot, 1870, Museo de Orsay) sino en su discípula más devota y apasionada. Es este uno de los retratos más logrados de la historia de la pintura moderna. El parecido físico es admirable, pero el logro de haber plasmado su expresión, sus rasgos físicos y hasta su temperamento, convierte a este mágico lienzo de blancos y negros absolutos, en una verdadera joya. Morisot vuelve a aparecer en primer plano en su famosa obra “El balcón” (1869), lo que generó polémicos comentarios de toda índole, a pesar de que ella concurría con su madre a todas las sesiones de modelado.

 

Édouard Manet, El balcón. 1869. Museo de Orsay, París, Francia.


Su vínculo con Manet le permitió estar informada sobre los debates entre el arte moderno y la realidad cotidiana, que se discutían en el café Guerbois, lugar prohibido para las mujeres. Berthe organizó veladas semanales en casa de su familia que le permitieron conocer, entre otros, a Edgar Degas, a Charles Baudelaire y a Alfred Stevens. Esto le permitió acercar sus intereses a los del futuro grupo impresionista recreando escenas domésticas y ejercitarse en la pintura al aire libre. Un bello ejemplo es la obra “Retrato de madre e hija” (1869, National Gallery de Washington), donde representa a su hermana Edma embarazada, y a su madre vestida de un intenso negro azulado. Fue Manet quien tomando su paleta y sus pinceles, retocó casi la totalidad de los oscuros pliegues de la pollera sin pedirle autorización alguna, subordinándola en silencio a la actitud de un maestro tan soberbio como genial.


En 1870 se desata la guerra franco prusiana. Berthe y Manet son algunos de los pocos pintores que permanecen en París. Con la llegada del invierno, la salud de Morisot se resiente debido al hambre y al frío por lo que decidió trasladarse a casa de sus padres en Saint Germain en Laye, y más tarde se instala en Cherburgo donde se reúne con su hermana Edma y retoma la pintura. Es en este momento, donde su estilo se irá perfilando claramente. Su paleta se ilumina, sus trazos largos se convertirán en pinceladas vibrantes, se transparenta en el interior de sus escenas la atmósfera exterior, y sus composiciones comienzan a pensarse en blancos rosados, verdosos y azulados. Tomando a su hermana y a sus sobrinos como modelos, pinta sus obras más emblemáticas, “La cuna” (1872, Museo de Orsay, París) donde aparecen en actitud amorosa y pensativa Edma con su pequeña hija Blanche, “Mujer y niño sentados en el prado” (1871) y “En un banco” (1872). En estas obras, van esfumándose las influencias recibidas, y aparece la absoluta economía del color, las atmósferas de intimidades femeninas y domésticas, y poco a poco se irán diluyendo los contornos para abrir las formas en pinceladas muy sueltas plagadas de pasión.


Berthe Morisot, La cuna. 1872. Musée d’Orsay, Paris, Francia.


En 1872 vendió 22 obras en la Galería de Paul Durand Ruel, lo que marca un hito en su carrera profesional no solo por el éxito de ventas sino por el hecho de que por primera vez una artista pudo sobrepasar las barreras del género.

 

Con el fin de la guerra, Morisot vuelve a París para continuar con su carrera artística preparando las obras que presentaría en el Salón de 1873. Un jurado extremadamente conservador sólo aceptó uno de sus pasteles negándole también la presentación a Monet, Pissarro y Sisley. El malestar causado en los artistas, derivó en la creación en diciembre de 1873 de la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores que pudo organizar su primera exposición el 15 de abril de 1874, en el antiguo taller del fotógrafo Nadar, donde Berthe fue la única participante femenina. Seguirá exponiendo por doce años más, salvo en el año 1879 cuando nace su única hija Julie, quien posó muchas veces para su madre e incluso para Renoir.

 

Al igual que Mary Cassatt, Eva Gonzales, o Marie Bracquemond, Morisot fue relegada a un segundo plano por los historiadores del arte, incluyéndolas a todas en la categoría de “artistas femeninas” por sus temáticas vinculadas a la vida cotidiana y a las representaciones de la intimidad. Ella supo pintar la inmediatez, lo que tenía ante sus ojos, lo que se desarrollaba en su propio entorno o los deportes campestres, ya que el mundo masculino le estaba vetado.

 

En 1874 se casa con Eugene Manet, el hermano de su maestro. Fue un pintor aficionado muy vinculado a los círculos artísticos y políticos que ayudaron mucho a su mujer para desarrollar a pleno su mejor momento profesional. Al año siguiente viajan a la isla de Wight en el Reino Unido. Durante su estancia allí, contraviniendo las normas del equilibrio compositivo, empieza a desarrollar una nueva forma de trabajar, con pinceladas cortas y rápidas para representar tanto objetos como personas. Plasmó el movimiento y la caída de la luz trazando líneas discontinuas y veloces con la materia distribuida incluso con la punta del pincel. Deja prácticamente el negro para volcarse a una paleta clara, colmada de matices y veladuras.

 

En la década de 1870, se dedicará a las mejores escenas femeninas. En “El espejo de vestir” (1875, Museo Thyssen Bornemisza, Madrid), despliega en sus blancos transparentes toda la sensualidad y la captación del instante; en “Mujer joven ante el espejo” (Art Institute de Chicago) la intimidad es tratada con absoluto respeto sin olvidar por un instante el refinamiento y la calidad.

 

Berthe Morisot, Mujer joven ante el espejo . 1875. Art Institute de Chicago, USA.


Comenzará a desarrollar en la misma época su serie de desnudos empleando distintas técnicas, como el pastel, la acuarela, la carbonilla, y los grabados.

 

Morisot expuso en Londres y en Nueva York obteniendo un éxito insospechado. Y fue la primera mujer que expuso de manera individual en la galería Boussod y Valadon en Paris en 1892. Ese mismo año fallece su esposo Eugene. El 2 de marzo de 1895, a consecuencia de una congestión pulmonar, Berthe Morisot muere a la edad de cincuenta y cuatro años. Sus restos descansan en el cementerio de Passy junto a los de su esposo y a los de su cuñado Edouard Manet.

 

El Museo Marmottan de París alberga 25 de sus mejores óleos, y 65 acuarelas exquisitas. El Museo de Orsay conserva 10 óleos de gran calidad. 

 

Creo que, si bien Morisot estuvo absolutamente ligada e identificada con el Movimiento Impresionista participando de la amistad y de los principios de casi todos sus integrantes, no fue exactamente una pintora que utilizara los recursos técnicos que caracterizaron a Monet, a Renoir, a Pissarro o a Sisley donde el ojo humano era el que reunía los puntos de color y de esa manera recomponía las luces y las sombras de una manera absolutamente revolucionaria. Morisot fue distinta. Desarrolló una manera personal de captar el entorno, apartándose rápidamente de sus inicios en el neoclasicismo para crear una pintura de formas abiertas gracias a sus largas pinceladas quebradas y movedizas.

 

Esta figura tan singular dentro del mundo del arte, que supo abarcar distintas facetas en un mundo que se asomaba perplejo a la Modernidad, nunca renunció a ser mujer por ser artista ni a ser artista por ser mujer.

 

Abril de 2024.

 

* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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